Hace exactamente cuatro años, Junín y la Región noroeste bonaerense comenzaron a vivir una de las peores crisis climáticas de su historia, que se empezaba a percibir con la bajante de las lagunas.
La sequía más severa jamás registrada no solo golpeó la actividad agrícola y ganadera, sino que dejó sin agua a la emblemática Laguna de Gómez, un ícono natural y cultural de la Región.
Diciembre de 2020 marcó el inicio de un período de lluvias extremadamente escasas, agravado por temperaturas récord y una evaporación acelerada que, además, dejó sin agua a otros reservorios de la cuenca del Río Salado.
La Laguna de Gómez, epicentro de la vida recreativa y turística de Junín, se secó por completo ya en febrero de 2024, dejando un paisaje desolador de grietas y sedimentos, además de distintos objetos, como barcos hundidos, al descubierto.
Actualmente, ese espejo de agua, al igual que Mar Chiquita, empezó a recuperar gran parte del caudal, gracias a las lluvias sostenidas de lo que va del año, que crecieron con respecto a los años anteriores.

“Hay versiones encontradas, algunos hablan de que el próximo verano 2025 será lluvioso, y otros dicen todo lo contrario. Hay que ver qué efecto trae este Niño. Algunos hablan de mayores precipitaciones que lo normal y otros menos”, dijo el concejal Marcelo Balestrasse a El Diario del Lunes.
Actualmente, “está pasando que ya hace dos o tres días de la semana que algún chaparrón de 20 o 30 milímetros está cayendo. No obstante, para recuperar la Laguna hacen falta mil milímetros a lo largo de un año y eso no va a suceder, no lo creo”.
A pesar de esto, “Gómez no se va a secar como el verano pasado, pero va a tener esta agua, porque si llueve mucho cuenca arriba esa agua empieza a venir”, indicó.
“La termoevaporación, que son 400 milímetros, va a ser que se mantenga como está si llueve ese promedio. Si no llueve ese promedio se va a seguir secando cada vez más, pero no creo que al nivel del año pasado, que quedó seca”, subrayó.
“Yo creo que algo de agua sí va a quedar. Creo que va a haber poca agua y no será navegable”, concluyó.
La desaparición de la Laguna tuvo un impacto profundo en la economía local. El turismo, motor económico de Junín durante los meses estivales, se paralizó por completo. Alojamientos, restaurantes y negocios se vieron afectados, mientras el ecosistema de la laguna se vio drásticamente alterado.
“Perdimos gran parte de la biodiversidad de la zona. Aves migratorias, peces y flora local quedaron sin su hábitat natural”, explicaron.
“Fue un golpe tremendo, no solo desde lo ambiental sino también desde lo emocional para toda la comunidad”, expresaron. Y continuaron: "Pasar de ver una laguna viva a una superficie árida fue devastador".
En el ámbito agropecuario, la sequía arrasó con cultivos y forrajes, obligando a muchos productores a reducir sus cabezas de ganado o abandonar sus tierras.
Aunque las lluvias comenzaron a normalizarse en el último año, más precisamente desde abril, la Laguna de Gómez aún no ha recuperado su caudal histórico. Algunos sectores han vuelto a inundarse, pero la recuperación es lenta.

Especialistas advierten que esta crisis debe ser un llamado de atención sobre la importancia de preservar los humedales y gestionar de manera sostenible los recursos hídricos.
En estos cuatro años organizaciones locales, junto con el municipio, han iniciado campañas de concientización sobre el cambio climático y la necesidad de un uso racional del agua.
Este fenómeno climático que secó la Laguna de Gómez es una herida aún abierta en el corazón de Junín. Sin embargo, también se ha convertido en una oportunidad para reflexionar y actuar de manera más responsable frente a los desafíos ambientales.

Mientras la Laguna comienza a recobrar vida, la comunidad local no olvida aquellos días en los que el agua desapareció por completo, dejando tras de sí un silencio profundo y una lección imborrable sobre la fragilidad de los recursos naturales y el impacto del cambio climático.