En lo que va de 2025, en Junín, al igual que en otros distritos de la Región, ya se registraron más de 900 milímetros de lluvia, una cifra que supera el promedio anual estimado para esta zona del noroeste bonaerense, que oscila entre los 900 y 1.100 milímetros.
Gran parte de ese volumen se concentró entre fines de febrero y mayo, con registros extraordinarios que no se daban desde la última gran inundación en 2017.
Durante más de una semana, entre finales de febrero y principios de marzo, la ciudad vivió lluvias ininterrumpidas, algo que no ocurría desde aquel año crítico.

Solo entre jueves y sábado pasado cayeron más de 200 milímetros, una marca que trajo a la memoria los eventos del pasado, cuando en tres días las precipitaciones superaron esa cantidad y provocaron anegamientos severos en el noroeste bonaerense, el sur de Córdoba y Santa Fe.
Al igual que en 2017, rutas y caminos rurales volvieron a ser cortados por el agua proveniente de ríos y arroyos desbordados. Las rutas nacionales 7, 8 y 9 sufrieron cortes parciales o totales en algunos tramos, complicando la circulación en amplias zonas del oeste y norte provincial.
Luego de tres días de intensas lluvias, en Junín las tareas se concentran principalmente en la reparación de calles dañadas por el paso del agua, con el objetivo de garantizar una circulación segura. Sin embargo, se recomienda a la población mantener la precaución al transitar.
En paralelo, siguen funcionando las bombas instaladas en zonas críticas para agilizar el escurrimiento del agua acumulada. Según informaron desde el municipio, también avanza el relevamiento de familias afectadas por el temporal.

Hasta el momento, seis familias debieron ser evacuadas por filtraciones de agua en sus viviendas. Además, unas 82 familias recibieron asistencia por problemas estructurales en sus hogares, y se trabaja con cada una de ellas para acompañarlas en el proceso de recuperación.
Aunque la situación está controlada, el Comité de Emergencias, encabezado por el intendente Pablo Petrecca, continúa en alerta y monitoreando el panorama, dado que persisten advertencias meteorológicas para lo que resta del día.
En este marco, el equipo de Obras Públicas lleva adelante un relevamiento que permitirá definir un plan de mejoras en los próximos días.
Entre abril y mayo de 2017, la Laguna de Gómez, al igual que otros espejos de agua del noroeste bonaerense, desbordó su caudal tras meses de lluvias persistentes.

La situación se tornó crítica en diversos barrios de la ciudad, donde hubo evacuados debido a las anegaciones.
En apenas tres días, en abril, las precipitaciones alcanzaron los 203 milímetros, lo que generó serios problemas en el casco urbano.
La magnitud del desastre también afectó la infraestructura vial. A fines de abril de aquel año, el Puente de Lincoln, en la Ruta 188, colapsó debido a la fuerza del agua, dejando inhabilitada la circulación en ambas manos.

Además, la Laguna La Picasa aumentaba su nivel a razón de un centímetro por día, lo que derivó en el desborde del río Salado y el anegamiento de vastas áreas productivas.
Uno de los hechos más impactantes fue la interrupción del tránsito en la Ruta Nacional 7. El terraplén de la calzada, que se adentra 10 kilómetros en La Picasa, quedó completamente bajo el agua, inutilizando este corredor bioceánico clave que une Buenos Aires con Chile.

Por más de dos años y medio, la circulación estuvo interrumpida, afectando el transporte de mercancías y pasajeros.
El impacto se sintió también en el servicio ferroviario: el terraplén ferroviario fue arrasado por el agua, lo que obligó a suspender el paso del tren San Martín.

La situación se extendió hasta octubre de 2021, cuando finalmente se logró rehabilitar el trayecto.
Las lluvias de este 2025 han encendido las alarmas entre vecinos y autoridades. Si bien la situación en Junín está controlada, la intensidad de las precipitaciones y la acumulación de agua en diferentes sectores urbanos generan preocupación en los vecinos, quienes recuerdan las consecuencias de 2017.
Si bien por el momento la situación se encuentra controlada, la intensidad de las precipitaciones y la acumulación de agua en distintos sectores de la ciudad han encendido las alertas de los especialistas y las autoridades locales.

La presencia del fenómeno El Niño, junto al cambio climático y la creciente variabilidad meteorológica, vuelven a poner en agenda la necesidad de obras de infraestructura que permitan mitigar los efectos de los eventos climáticos extremos en la región.
No todo ha sido negativo. Las lluvias también trajeron una postal esperada: el renacer de la Laguna de Gómez, tras cuatro años de sequía. Aún en febrero de este año, el lecho del espejo de agua presentaba grietas profundas y los embarcaderos eran intransitables. Hoy, el agua avanzó más de 400 metros y superó incluso el nivel del vertedero, cuyas compuertas permanecen cerradas.

Hace poco más de un año, la laguna —al igual que Mar Chiquita— se podía cruzar caminando. Actualmente, está 11 centímetros por encima del vertedero, lo que permite el desborde natural sin necesidad de intervención.