05/12/2025 - Edición Nº379

Junín

paralelismo con Cinema Paradiso

De templos culturales a locales comerciales: la reconversión de cines y teatros en Junín

06/09/2025 10:20 | La ciudad vivió el esplendor de sus cines y teatros durante gran parte del siglo XX, espacios que marcaron la vida social y cultural de la ciudad. Esta nota recorre su historia, desde los míticos Teatro Crystal y Cine Guaraní hasta la reciente recuperación del Teatro San Carlos, mostrando cómo la nostalgia y la resignificación cultural conviven a pocas cuadras de distancia.


por Agustín Panizza


Durante gran parte del siglo XX, los cines y teatros fueron el corazón de la vida cultural de las ciudades del interior. Espacios de encuentro, de primeras salidas en pareja, de estrenos esperados y de noches inolvidables, estos edificios concentraban un valor simbólico que iba mucho más allá de la función de entretener.

Sin embargo, con el paso de los años y la llegada de nuevas formas de consumo cultural, muchas de esas salas se transformaron en comercios, templos religiosos o quedaron en el abandono.

Junín no fue la excepción a esta tendencia. En su geografía urbana todavía resuenan los ecos de escenarios y pantallas que marcaron una época.

El brillo perdido de los escenarios juninenses

Uno de los casos más emblemáticos es el del Teatro Crystal, un lugar con una historia que roza lo mítico: allí actuó Carlos Gardel, dejando una huella imborrable en la memoria local. Pero el esplendor del Crystal quedó en el pasado. El edificio, que supo ser un punto de referencia cultural, hoy alberga un comercio de indumentaria.

Algo similar ocurrió con el Cine Guaraní, donde generaciones de juninenses disfrutaron de matinés y estrenos. La pantalla grande fue reemplazada por las góndolas de pintura: la sala se reconvirtió en una pinturería.

Otro caso significativo es el Teatro Victor Hugo, en la Sociedad Francesa, institución que funcionaba también como espacio cultural y albergó la presentación de numerosos artistas en su sala.

Hoy el edificio se encuentra en ruinas y abandonado. Durante algunos años circuló la versión de que iba a reconvertirse en un local de retail de la firma Pardo, pero el proyecto nunca prosperó, atravesado por la crisis económica y la pandemia.

Crystal

Fue en 1925 cuando los hermanos arquitectos Andrés y Jorge Kálnay iniciaron la construcción del Teatro Crystal Palace en la calle Roque Sáenz Peña 70/74, siendo inaugurado el 5 de junio del año siguiente.

El Crystal fue puesto a la venta en diciembre de 1991, instalándose en su edificio la empresa Musimundo y luego Le Utthe, negocio de venta de ropa.

Entre las actuaciones más importantes, en esta sala se destacan dos presentaciones de Carlos Gardel, en 1930 y 1933. Actuó los días 18 y 19 de enero de 1930, secundado por las guitarras de Guillermo Barbieri y José María Aguilar.

Su despedida de Junín fue el jueves 3 de agosto de 1933, en esta ocasión con sus cuatro guitarristas, Horacio Pettorossi, Guillermo Barbieri, Ángel Domingo Riverol y Domingo Julio Vivas, tal como menciona Miguel Ángel Morena en su libro “Historia Artística de Carlos Gardel”.

Recordando su última presentación, fue colocada una placa el 11 de diciembre de 1985, fecha en que Carlos Gardel hubiera cumplido 95 años.

De los años dorados del cine Crystal solo quedan los recuerdos y la fachada del edificio, donde aún se puede leer su nombre.

Guaraní

El cine Guaraní fue creado el 9 de marzo de 1911, en calle España, siendo su propietario Arturo Amorío. Con el nombre de “Gran Café”, bar y cinematógrafo “El Guaraní”, mezcló películas con mesas de café, algo típico de la época de principios del siglo XX.

Hasta 1930 (año en que se inaugura en Junín la proyección de películas sonoras), el público pudo conocer las más interesantes obras del cine mudo en una etapa del séptimo arte que en algunos aspectos no ha sido superada.

Supo albergar al público de barrio, aquel que consideraba el cine un atractivo para salir solo, con amigos o en familia.

El teatro Víctor Hugo

Con la misión de convertirse en un espacio de contención e intercambio para los inmigrantes que llegaban a Junín, en el año 1894 se fundó la Sociedad Francesa.

Como indica un informe elaborado por el Instituto de Estudios Patrimoniales perteneciente al Colegio de Arquitectos del Distrito 6, la finalidad de la sociedad era la de socorrer a sus miembros en casos de enfermedad, mantener las tradiciones culturales y difundirlas, así como disfrutar la cultura local y ofrecer a la comunidad juninense un lugar donde desarrollar su vida social y cultural.

Corría el año 1907 cuando finalmente fue inaugurado el edificio de la sede social en calle Rivadavia 120/122 con una importante impronta neobarroca demarcada en el portal de acceso, cuyo tratamiento ornamental denota la jerarquía del edificio. A su vez, el hall de acceso se encuentra con un tratamiento que lo destaca con agregado de columnas y molduras clásicas.

Como sede social y cultural de la institución francesa, también fue sede de socorros mutuos, eventos sociales y teatro. El salón teatro principal del edificio de la Alianza Francesa, se denominó Víctor Hugo en homenaje al poeta y novelista francés.

La Alianza Francesa vivió su esplendor en el edificio de calle Rivadavia donde se realizaban reuniones y espectáculos culturales de todo tipo que forjaron, junto a otras instituciones similares de la ciudad, la historia social y cultural de la comunidad.

El teatro Víctor Hugo fue testigo de las tres presentaciones de Carlos Gardel en 1921, la proyección de la primera película sonora exhibida en Junín en 1930 y el debut del pianista francés Gilles Guillbert en 1947.

Hoy, convertido en un inmueble vacío, fue adquirido por la empresa Pardo y se mantiene en pie en la memoria de quienes lograron verlo en su esplendor.

El Cine Italiano, un anuncio incumplido

El Cine Italiano, que alguna vez fue un faro cultural de la colectividad y de toda la ciudad, permanece tapiado y en estado de abandono.

Hace unos años, la Sociedad Italiana anunció su reconstrucción con un proyecto que prometía devolverle vida al edificio.

Sin embargo, los trabajos nunca avanzaron y hoy la sala continúa clausurada, convertida en un símbolo del deterioro patrimonial.

En los primeros años del 1900, la Sociedad Italiana construyó el edificio destinado al teatro. Se inauguró el 14 de noviembre de 1903 y tuvo sus años de gloria, enmarcada por una arquitectura europea destacada para la ciudad. Desde hace años está sin funcionar, pero hace unos meses fue puesto en valor y será restaurado.

Fue el segundo en Junín, siendo el primero el Español, inaugurado el año anterior. De su fisonomía se destaca la pintura del cielorraso, realizada por el pintor, músico y escultor Juan De Marchi.

El teatro se construyó en un predio que fue comprado -en 1899 y por 3500 pesos- a la viuda del intendente de la Sota-. La escritura de compra fue firmada el 21 de junio de 1901.

Esta sala se constituyó desde su fundación en el escenario de todo tipo de manifestaciones artísticas, políticas, compañías teatrales argentinas y extranjeras, músicos, cantantes, instrumentistas, compañías de óperas, zarzuelas, dramas y comedias.

El regreso de un clásico: la recuperación del San Carlos

No todos los finales son tristes. Tras más de una década de abandono, el histórico Teatro San Carlos fue reinaugurado en marzo de este año.

El edificio, que estuvo al borde de convertirse en otro espacio destinado a un rubro no cultural, volvió a abrir sus puertas como sala de espectáculos.

La reapertura marcó un hito para la ciudad, demostrando que aún es posible recuperar parte del patrimonio cultural perdido.

Un caso emblemático: del Grand Splendid al Ateneo

En Buenos Aires existe un ejemplo que suele mencionarse en todo el mundo como modelo de reconversión cultural: el antiguo Teatro Grand Splendid, transformado en la librería Ateneo Grand Splendid.

Inaugurada el 4 de diciembre de 2000, la librería conserva gran parte del esplendor del edificio original de principios del siglo XX. Sus barandas, la decoración intacta y la imponente cúpula pintada en 1919 por Nazareno Orlandi –como alegoría de la paz tras la Primera Guerra Mundial– convierten a este espacio en un verdadero templo cultural.

En el antiguo escenario, donde alguna vez se presentaron conciertos, óperas y obras de teatro, hoy funciona un café que invita a leer un libro en mano. Los palcos se transformaron en pequeñas salas de lectura, el subsuelo está destinado al mundo infantil y el piso superior es escenario de muestras y exposiciones.

El lugar carga también con una fuerte carga histórica: aquí funcionó el sello discográfico Nacional Odeón (hoy EMI), donde Carlos Gardel inició su carrera en 1920, y fue sede de Radio Splendid, pionera en el país. Además, en 1929 se proyectó allí por primera vez una película sonora en Argentina (The Divine Lady).

Hoy, el Ateneo Grand Splendid encabeza récords: es la librería más grande de Sudamérica, fue elegida por el diario británico The Guardian como la segunda mejor librería del mundo, y destacada por National Geographic como la más linda del planeta. Cientos de personas la recorren cada día y no dejan de maravillarse con la experiencia.

Este caso muestra que la reconversión de los viejos templos culturales puede ser también una oportunidad para resignificarlos y darles una nueva vida sin romper con su esencia.

Auge y caída de un ritual colectivo

Los teatros y cines surgieron como espacios centrales en un contexto donde la oferta cultural era limitada y el encuentro comunitario se vivía puertas adentro de estas salas. Durante décadas, fueron sinónimo de modernidad, prestigio y vida social.

El declive comenzó con la expansión de la televisión en los hogares, se profundizó con el auge del VHS en los años ‘80 y ‘90, y terminó de consolidarse con el acceso masivo a internet y las plataformas de streaming.

El cambio en los hábitos de consumo cultural dejó a muchos edificios sin público, obligando a sus dueños a reconvertirlos para sobrevivir.

Un paralelismo con Cinema Paradiso

La historia de estas salas en Junín tiene un inevitable vínculo con la película Cinema Paradiso (1988), de Giuseppe Tornatore. El film italiano retrata la relación de un pueblo con su cine, primero como centro de la vida social y luego como un edificio condenado a la demolición en nombre del “progreso”.

En Junín, como en la película, los recuerdos persisten aunque los edificios hayan cambiado de función. Donde antes se aplaudían artistas o se vivían historias en la pantalla grande, hoy se venden prendas, se eligen colores de pintura o, en algunos casos, solo quedan paredes vacías y ventanas tapiadas. La nostalgia convive con la resignación de que esos tiempos no volverán.