por Agustín Panizza
Hace diez años, un diagnóstico inesperado obligó a Nicolás Rodríguez Esturo, un prometedor tenista de Junín, a colgar la raqueta en pleno ascenso. Lo que parecía un final, con el tiempo se transformó en una lucha íntima por recuperar su salud, su vida y, sobre todo, su pasión.
Hoy, con 37 años, protagoniza un regreso que emociona al deporte argentino: volvió a competir a nivel profesional y alcanzó una final tras disputar ocho partidos en seis días.
“Yo me alejé del tenis no por decisión propia sino por una cuestión de salud en uno de mis mejores momentos, en los que estaba con puntos ATP, ganando muchos torneos profesionales, haciendo una pretemporada para irme a Europa, a Francia, a Toulouse”, recordó.
Los primeros síntomas llegaron de forma repentina: “Empecé a dejar de ver de un ojo, a sentir electricidad en el cuerpo, en la espalda y a dejar de ver la pelota, no podía jugar más realmente”.
Tras numerosos estudios llegó el diagnóstico: esclerosis múltiple. “Más que nada por la visión, no me quedó otra que dejarme. Tuve que colgar la raqueta por fuerza mayor. Fue un duelo muy fuerte, pero pasó y seguimos para adelante”.
Lejos del alto rendimiento, junto a su pareja tomó una decisión radical: “Sentí que tenía que cambiar de vida. No le echo la culpa al tenis, sino a cómo me lo tomaba”.
Se mudaron a la costa, adoptaron una vida más calma, saludable y sin estrés. Incluso dejó la medicación: “No me hacía bien, tenía efectos colaterales. Opté por una vida sana. Eso me llevó a buen camino”.
Y un día llegó una noticia increíble: “Me encontré con que ya no había más enfermedad. Es muy loco porque la esclerosis múltiple no tiene cura. Se revirtió la situación”.
Ese resultado fue un llamado: “Tenía una deuda pendiente: retirarme del tenis por decisión propia”.
En 2024 decidió volver a entrenar y competir. Y este año completó una actuación brillante en el torneo Pro Tour Etapa 15 del Circuito Profesional Nacional, con alrededor de 120 jugadores.
Sin puntos acumulados, debió arrancar desde la qualy y jugó ocho partidos en seis días hasta la final: “Las sensaciones fueron muy buenas. Mucho enfoque y presente absoluto. No gastar energía en pensar en el futuro me mantuvo en foco”.
Aunque el desgaste se sintió en la final, la satisfacción fue plena: “Fue muy intenso y vivido. Solo se puede vivir desde el agradecimiento. Creo que ese estado me llevó hasta esa instancia”.
Ya se metió entre los 100 mejores de Argentina: “De repente estaba pasando clasificaciones, haciendo cuartos… no gané ningún torneo este año, pero me fue bien”.
Su actuación le cambió el panorama para 2025: “Voy a arrancar sin jugar las clasificaciones. La idea es meterle full dedicación y volver a meterme en el ranking ATP”.
Pero su meta ya no se mide en rankings: “No tengo objetivos. Mi lema ahora es disfrutar y darlo todo. El resultado será consecuencia de mi disfrute”.
La cancha es otra para él ahora: “Ojalá la hubiese visto así a los 20. Pero la vida es así, me tocó esto y ya a los 36 le metemos nomás, sin presiones. Eso fue lo que me llevó a enfermarme realmente”.
Su historia aporta esperanza a quienes enfrentan enfermedades crónicas: demuestra que el partido más difícil se juega fuera de la cancha y que aun así se puede volver a ganar.
Agradecido, humilde y disfrutando cada punto, Nicolás Rodríguez Esturo volvió.