por Agustín Panizza
La reciente restitución del predio municipal de 33 hectáreas en el Rincón del Carpincho representa un triunfo judicial y político para el Gobierno de Junín y también implica la recuperación de un patrimonio cultural profundamente arraigado en la historia local, una de las últimas canchas de pelota paleta que quedan en pie en el distrito, levantada décadas atrás a la vera de la antigua edificación (boliche).
El hallazgo fue confirmado tras la nueva toma de posesión del terreno, donde todavía se mantiene firme, aunque con signos de deterioro por el paso del tiempo y falta de mantenimiento. Se trata de una cancha histórica que formó parte de los más de 20 frontones que supo tener Junín en sus años de esplendor pelotari.
La pelota paleta —creada en Argentina por un inmigrante vasco-francés y arraigada en la provincia de Buenos Aires como un verdadero modo de vida— tuvo en Junín una de sus plazas más fervorosas.
En cada pueblo bonaerense, junto a la estación, la escuela y la iglesia, se levantaba un frontón. Y Junín no fue la excepción: Aramburo, Centro Español, Sarmiento, Club Junín, Turco Lorenzo, Balestrasse, Los Varela, Paco Ojeda, Centro Vasko, La Agraria, Mariano Moreno, San Martín, Jorge Newbery y el propio Rincón del Carpincho, entre muchos otros, conformaban un mapa deportivo que hoy parece de otra era.
Las jornadas se extendían durante horas. Había partidos por diversión, por camaradería o por apuestas, que podían movilizar auténticas “fortunas”, según recordaba en 2018 el histórico jugador Horacio Ricardo “Pocho” Silvetti, campeón provincial y nacional que llevó el nombre de Junín a las grandes plazas de la disciplina.
Con el deterioro del sistema ferroviario y el cierre de los tradicionales boliches que eran epicentro de este deporte, la pelota paleta comenzó a retroceder.
En los últimos años, Junín perdió dos de sus canchas más emblemáticas: la del paraje La Agraria y la del recordado Turco Lorenzo, ubicada en Ordiales y Borchex, que resistió más de cien años antes de ser demolida.
Hoy, dentro del casco urbano, solo queda en funcionamiento la cancha del Club Junín, donde se mantiene viva la tradición algunos días a la semana.
En este contexto de desaparición progresiva, la recuperación del predio del Rincón del Carpincho cobra un valor especial. Allí, entre construcciones antiguas y el paisaje cercano a la Laguna de Gómez, sobrevive una de las tres únicas canchas que quedan en pie en todo el distrito. Un frontón que es vestigio deportivo y una huella arquitectónica y cultural de una época dorada, con alto valor patrimonial y que podría convertirse en un punto de referencia para la preservación de la identidad pelotari local.
La cancha formó parte del entramado social del sector rural, donde vecinos y parroquianos se reunían para jugar o para ver partidos memorables que quedaron grabados en la memoria colectiva.
Para el intendente Pablo Petrecca, la restitución del predio significó “recuperar lo que pertenece a los juninenses”. Pero ahora, además, el recupero incluye un componente simbólico que va más allá de lo jurídico: preservar un pedazo de la historia deportiva de la ciudad.
En una ciudad que llegó a tener una veintena de frontones, que formó campeones nacionales y provinciales, y donde la camaradería pelotari era parte de la identidad local, la supervivencia del frontón del Rincón del Carpincho es una buena noticia: una oportunidad para volver a mirar hacia esos tiempos donde la paleta no era solo un deporte, sino un lenguaje común.