28/12/2025 - Edición Nº402

Junín

Cuando cae el sol

Cuando la vereda se vuelve living: la tradición de sacar la silla al fresco

11:03 | Se trata de una costumbre argentina que llegó de la mano de los inmigrantes del sur de Italia y de España y que, pese al paso del tiempo, sigue viva en muchos barrios de la Ciudad cuando llega el verano.


por Agustín Panizza


Cuando el sol empieza a caer y el calor afloja apenas su presión sobre el asfalto, sucede un ritual tan simple como entrañable. Las puertas se abren, las persianas se levantan y, casi sin decir palabra, aparecen las sillas en la vereda.

Es la hora de “salir al fresco”, una costumbre profundamente argentina que llegó de la mano de los inmigrantes del sur de Italia y de España y que, pese al paso del tiempo, sigue viva en muchos barrios de Junín y el resto del país.

En las tardes y noches de verano, cuando durante el día el calor vuelve imposible cualquier intento de descanso, la vereda se transforma en un refugio.

Allí, el aire corre un poco más, el cuerpo se relaja y la charla fluye. Una silla, a veces dos, un mate, una gaseosa fría o un vaso de vino tinto alcanzan para armar escena. No hace falta más.

La tradición tiene raíces claras europeas, donde las familias solían sentarse frente a sus casas al caer la tarde para compartir historias, comentar el día y mantenerse en contacto con los vecinos.

Esa costumbre cruzó el océano junto a los inmigrantes que llegaron a la Argentina a fines del siglo XIX y principios del XX, y encontró en los pueblos y ciudades del interior un terreno ideal para echar raíces.

En barrios donde todos se conocen, sacar la silla es también una forma de decir “acá estamos”. Se saluda al que pasa, se comenta el calor, se habla del clima, del fútbol, de los hijos y de la vida misma. Los chicos juegan en la vereda, las bicicletas van y vienen, y la calle recupera por un rato su espíritu de comunidad.

Aunque el ritmo moderno, el aire acondicionado y las pantallas hayan ganado terreno, todavía hay algo que resiste. En muchos pueblos del interior bonaerense y en barrios tradicionales de las ciudades, la imagen se repite cada verano: filas de sillas desparejas, vecinos conversando hasta que la noche avanza y el fresco, por fin, se siente.

No es solo una cuestión de temperatura. Salir a la vereda es tomarse un respiro, bajar un cambio y reconectar con lo esencial. Es una herencia cultural que habla de encuentro, de tiempo compartido y de una forma de vivir el verano que no entiende de apuros. Hasta hay vecinos que se animan a prender un fuego y cocinar carnes asada en la vereda.

Cuando el calor aprieta y el día se vuelve interminable, la respuesta sigue siendo la misma desde hace generaciones: sacar la silla, sentarse al fresco y dejar que la noche haga su trabajo.